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Foto del escritorJohan Andrés Rodríguez Lugo

Del ser un rumiante y otras Muertes Chiquitas


Portada: Planeta.com
 

Ya no queda casi nadie aquí,

A veces ya no quiero estar aquí,

Me siento solo aquí,

En el medio de la fiesta,

Quiero estar en donde nadie me molesta,

Quemar mi libreta, soltar mis maletas…

[R]

 

Cuando Residente publicó su sencillo “René”, Margarita posada Twitteo: ¿Alguien le podría regalar a residente mi libro?


Esta canción generó muchísima controversia que aún hoy redunda en memes y burlas por lo que escribió el músico boricua René Pérez hace muchos años en la habitación de un hotel previo a querer lanzarse por la ventana. Residente, como se le conoce popularmente, se sintió agobiado, solo, indefenso y quería suicidarse, era la única salida o respuesta que tenía en ese momento. Todo esto lo confesó en varias entrevistas que le hicieron producto de su canción, un tema que busca retroceder en el tiempo y que narra muchas de las desdichas y de las razones por las que a René el estrés lo tiene enfermo y hace diez años que no duerme. Se trata de una canción que muestra su depresión de forma tangible, dramática y con mucha sinceridad, Residente cogió su depresión, la miró de frente, escribió una canción y años después, cuando sintió que estaba listo, la produjo.


Pero detengámonos en el hecho de que todos se preguntan cómo un cantante con el éxito de René Pérez, puede tener depresión, o cómo un actor como Jim Carrey que siempre se ve riendo, puede tener depresión, o cómo Robin Willians se puede suicidar cuando siempre hacía comedia y se reía todo el tiempo, o cómo tal y tal, o fulano y zutano, o este o aquel se suicidaron por estar deprimidos pero siempre se veían riendo, hablando, disfrutando de su vida, es más, eran ricos, lo tenían todo, nada les faltaba y es ahí en

donde el libro de Margarita Posada: “Las Muertes Chiquitas” (Planeta, 2019) entra a

narrar esta situación, porque como lo describe ella:


<< Cuando uno está triste, le hacen

falta muchas cosas, pero cuando

uno está deprimido no le

hace falta nada. Es como estar

muerto, una muerte chiquita>>.


Este texto no es un libro de autoayuda, no es un libro psicológico ni mucho menos busca entrometerse en la labor de psicólogos y psiquiatras a quienes Margarita les guarda mucho respeto y fidelidad por ser ella misma una persona abiertamente depresiva. En varias entrevistas se refiere al hecho de salir del closet de la depresión. Un tema aún hoy tabú que muchas personas quieren calmar con frases como: “tranquilo que todo estará bien”,

“piensa positivo”, “no estés triste”, “usted lo tiene todo, nada le falta”, “deje de pensar

esas cosas se está embobando o qué” y así, muchas más.


Con la intención de convivir con esta condición, Margarita pone diferentes ejemplos sobre qué es la depresión, cómo vivirla, cómo sentirla, cómo enfrentarla y, sobre todo, qué deben hacer o pueden hacer quienes que rodean a una persona depresiva. Pone al descubierto diferentes historias y acontecimientos que le suceden a familiares y amigos cercanos a

ella, que poco se toman en serio: La muerte de un familiar, la pérdida de una mascota,

perder un empleo, o simplemente, el hecho mismo de no saber qué sucede, por

qué cuesta tanto levantarse en las mañanas, cepillarse los dientes, hacer labores

cotidianas e incluso, abrir las cortinas o cambiarse de ropa.


Margarita nos introduce en su historia de una forma casi que cómplice, nos deja ver cómo siente, qué siente, qué piensa, qué cree, qué escucha y, sobre todo, qué no puede hacer. En un principio se trató de una novela que buscaba narrar la depresión, pero poco a poco se dio cuenta que este era casi que un espejo sobre ella misma y que sería necesario para

afrontar su situación de formas narrativas, con letras, metáforas y ejemplos; el hecho mismo de escribir, dice ella, es lo que la ha mantenido con vida.


Es un libro pequeño, 154 páginas, pero entretenido, fuerte, denso y con unas historias cotidianas que buscan mostrar cómo vive la depresión una persona depresiva. Margarita se devuelve en su vida hasta su infancia y empieza a analizar las situaciones por las que ha tenido que pasar para entender en su presente la situación. Para ella, lo que muchos hacemos ante una situación de estrés, caos o de alteración es huir y huir hasta que todo

regresa a pasar cuenta de cobro en una bola de nieve que nos envuelve y de un momento a otro nos encontramos en una cama, aferrados a la almohada, llorando sin saber por qué.


La escritora trata de mostrar de formas periodísticas y narrativas que está bien ser débil, llorar, afrontar y resolver todas las situaciones que día a día nos enfrenta el hecho mismo de vivir. En una de sus páginas deja en manifiesto la mala educación que hemos recibido respecto a la forma en que vivimos:


(…) “Lo que nos pasa es que no nos acostumbran

a estar con nosotros mismos desde niños, ni

a dejar que el tiempo pase como ha de pasar,

porque creemos que lo controlamos y que

quedarnos quietos es una pérdida de tiempo en

una carrera contrarreloj. No hay carrera y los

relojes no andan ni más rápido ni más despacio

porque intentemos poner una pata antes de

tiempo en el futuro inmediato para poder

evadirnos. No somos el conejo de Alicia en el

País de las Maravillas, pero aun así creemos

que vamos tarde siempre” (...)


Se trata entonces de un texto que busca dar algunas herramientas a partir de la propia experiencia de la autora sobre sus formas de vivir en depresión que, aunque no tiene cura, si tiene tratamiento y, sobre todo, deja claro la importancia de la compañía y comunicación

con las personas que nos rodean, que no es el exterior quien nos afecta, sino que es una lucha constante con algo que suponemos familiar: nuestra propia mente.



 
Texto publicado en la edición 24
"Enfermedades Mentales"
de la revista El Rollo
Agosto 2020
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