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Foto del escritorJohan Andrés Rodríguez Lugo

Un atardecer muy rojo


Portada: Alfaguara.com

Hace tres años que Colombia le dijo al mundo que no quería paz, que se justificó afirmando que los años que duraron los diálogos no fueron suficientes para cambiar el país, para salir del conflicto y demostrar que, a pesar de la guerra, el problema se encontraba dentro de las esferas del poder, que no es algo nuevo pero que carcome desde adentro, ese cáncer que está acabando con el país y que se llama corrupción.

Si bien las historias narradas en “Viaje al interior de una gota de sangre” son ficción, no dejan de ser el reflejo de la situación actual de las ciudades, de los municipios, de la gente. Paisajes, expresiones, escenarios y costumbres que se convierten en libretos narrados en cada uno de los pueblos colombianos que día a día se ven enfrentados a esa realidad constante que es el desarraigo, la guerra, el narcotráfico o el desamparo del gobierno.

Daniel Ferreira, con un lenguaje cinematográfico, presenta un comienzo sangriento, donde se describe el inicio y el final de la novela, luego como lo hizo Greg Marcks, en “11:14 – Destino fatal”. Nos va presentando a unos cuantos personajes del pueblo; quizás no los habitantes ejemplares, quizás solo los estereotipos comunes que se multiplican en el país, quizás simplemente aquellos que tenían algo para contar, recordar, analizar. Pero, que al terminar el relato son la muestra de que la violencia no solo se presenta entre dos bandos armados, sino, en los pequeños conflictos al interior de una ciudad, de una calle, de una casa, de una persona, de una gota de sangre.

Al ser una guerra que, en la mayoría de oportunidades, se libró en el campo las personas de la ciudad no están familiarizadas con el estallar de las pipetas y el daño de la metralla; se tiene la falsa idea que todos son victimarios por acción u omisión. En este sentido Ferreira nos muestra estos lugares apartados desde otra óptica, donde a pesar de las dificultades se sueña con un mejor mañana, las ansias de escapar son constantes y la esperanza de tener otro amanecer son las ganas de despertar cada día.

Los jóvenes se toman el protagonismo de esta historia, quienes sueñan con poder ir a las capitales a cumplir sueños, quienes entienden que la vida no se encierra dentro del parque principal del pueblo o dentro de la finca de un narcotraficante que sustenta los gastos mensuales de la casa a cambio de placeres momentáneos. Porque siempre se ha dicho que son los niños el futuro del país, y como lo menciona uno de los personajes – los niños tienen derecho de saber la verdad – aunque esta verdad solo sea de sufrimiento y muerte.

A pesar de que nunca se mencionan a grupos paramilitares, FARC o ELN, las actuaciones de estos marcan la realidad de esta masacre en Aguacaliente, el pueblo de un cura guerrillero, de una adolescente que trabaja con su cuerpo, de unos niños fisgones de bañistas desnudas, de un profesor homosexual y de una mujer lectora de la biblia. Todos y cada uno representan esa parte pequeña y sustancial del país que, aunque polarizado, es capaz de entender que la muerte puede llegar en cualquier momento, incluso en la tarde, durante las fiestas del pueblo, en el instante mismo de la coronación de la reina.

Texto publicado en la edición especial de Panoramia OFICIOS & AFICIONES, 2019

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