Foto tomada con un MP4 que doña Blanca me regaló, año 2009, sala de coordinación, Colegio John Dewey, Calarcá, Quindío.
La alarma suena a las cinco de la mañana, escucho a mamá moverse en su cama y luego venir a despertarme, a tocarme la cabeza y a decirme que me despierte, que es hora de levantarme, que no me vaya a coger la tarde. Ella se va para la cocina a lavar loza, prender la estufa, hacer aguapanela, servir café, llevarme café y esperar que me lo tome luego de tender la cama. Vuelve a la cocina, yo alisto mi uniforme y me dirijo a bañarme.
Cuando salgo, huele a huevos recién hechos, a arepas calientes y a café recién servido. Me dice que me mueva, que me vista y que salga a desayunar. En el comedor está una taza de plástico roja que es muy mía porque nadie más la usa. Un plato pando, mediano, completamente lleno, y el televisor prendido. Son las seis de la mañana y el padre Linero está con su “tú sabes” en la televisión afirmando lo que se viene, diciendo que todo estará bien, que hay que confiar, creer, rezar y cuidar a los demás, respetar, amar – tú sabes –.
Me visto, desayuno, alisto mi maleta y mamá sigue haciendo cosas: terminar de hacer el arroz, dejar papas saladas, volver a lavar la loza, vestirse, comer media arepa, medio huevo y sorber una taza de café. Alistarse, llamarme y salir. Cerrar la puerta, doble llave y una bendición a la misma.
Nos veo parados, en la esquina, esperando el bus para el colegio, nos veo subiendo, ella sentándose adelante, yo buscando a mis compañeros. Ya no nos veo, hasta el descanso, cuando a las diez y media voy por dinero para comer algo; salgo de mi salón, dejo a mis amigos, camino uno, dos, tres salones, me paro en la puerta. Ella está ahí, hablando de sumas, de restas, de multiplicaciones. Quizás de conjuntos, quizás solo mirando y cuidando que no copien en el examen. Me ve llegar, me sonríe, toma el bolso, me dice que entre, yo camino sin mucho ruido, le sonrío, le agradezco y guardo un beso para después, es la profesora, no mamá.
Salgo, me voy con mis compañeros, vuelvo a clase. Salgo de clase y nuevamente la veo, le sonrío, tomo su bolso y su maleta, caminamos hacia un carro, o un bus, o un taxi. Llegamos a casa, son las doce del mediodía. Ahora sí es mamá, ahora sí me regaña, ahora sí la beso, ahora sí le cuento cómo me fue; vuelve a acosar, que compre el pollo, que me quite el uniforme, que almuerce rápido y ella nuevamente haciendo cosas: lavar la loza, secarla, guardarla, cambiar los libros de su bolso, mirar las noticias, tomar café.
Salimos de nuevo, la puerta se cierra, dos seguros y una bendición, nos veo otra vez en la esquina, hablando de mi examen, repasando mi lección, diciendo que no me aprendí lo que debía, repitiendo palabras, hablando. Nos veo otra vez entrando al bus, otra vez estoy en las sillas de atrás, otra vez ella en las de adelante, otra vez a las tres de la tarde, en mi descanso, sonriendo, cogiendo el bolso, sin palabras, no es mamá, es la profesora.
Un día fue mamá, un día algo salió mal y la llamaron, un día llegó: Profe, su hijo debe firmar, hubo una guerra de agua. La veo mirándome, la veo brava, sin palabras, es mi mamá, es la profesora, es la compañera de la coordinadora, es la vergüenza que le acabo de causar.
Me veo en la casa, otra vez es mamá, otra vez me regaña, otra vez me dice que me ama, otra vez me dice que me porte bien, otra vez me pide que le explique. Le digo que todos, me dice que no importa que soy yo y que es ella, le digo que igual, que entonces no puedo hacer nada, me dice que quizás, pero que mejor que no, que es la profesora allá, que es mamá aquí. Yo entiendo, la entiendo, pero no me entiendo. Diferencio aquí, allá, pero no dentro. Ella es mamá, es la profesora, es Doña Blanca.
Me veo otro día, en que todo salió mal, me veo con lágrimas en las manos, la veo salir del salón, decirme: qué pasó, yo explicando que los compañeros, me dice que me calme, que es una bobada, me veo enojado, la veo más enojada, hablando pasito y su sinigual: en la casa arreglamos. Son apenas las once de la mañana, pero la buena memoria se la heredé. Me veo de nuevo en la casa, me veo llegando, entrando, soltando el maletín. La veo en la sala, sentada en la silla del comedor, escribiendo en sus libretas argolladas, la veo mirándome por encima de sus lentes, sus ojos cafés, su silencio. Me veo cenando y la escucho: que no debí hacerlo, que no debí decir esas cosas, que ella no me ha enseñado a ser así, que no debe volver a ocurrir. Me veo enojado, terminando de cenar, tirando todo, me veo sentado, sin ver la televisión, revisando mis cuadernos, ella concentrada, ella escribiendo, ella suma, resta y multiplica, califica los exámenes o las olimpiadas de matemáticas de toda primaria. Son días, son semanas, son años.
Ahora no es lunes, ni martes ni viernes, ahora es sábado, la veo llamarme, siete de la mañana, que vaya por las arepas porque hoy no las traen, me veo en pijama, en la calle, me veo regresando, silbando y ella abriendo. Me veo entrando, dejando las arepas en la sala, la veo como madre, ya está bañanada, vestida, con ropa de casa. La veo servir el desayuno, el café y los platos rojos. La veo venir, la veo sentarse, la veo comer. La veo terminar, la veo levantarse, la veo regañarme, que coma rápido que está temprano, que hay mucho que hacer.
Me veo levantarme, me veo bañado, me veo saliendo a las diez de la mañana a esperar un bus. Nos veo en otra ciudad, nos veo comprando telas, hilos y ojos; narices, bocas y botones. Telas, telas y telas, me veo caminar, veo tanta gente, veo un maletín que cuelga de mi espalda y que está lleno, no le cabe nada más, nos veo sentados, en cualquier sitio, una coca cola, una empanada, tal vez una arepa de chócolo, tal vez una almojábana, tal vez una Pony malta, nos veo caminando, nos veo preguntando, me veo esperando.
Nos veo regresar, la escucho decir que vaya a comprar el pollo, la veo entrar con todo, me veo sentado, almorzando y esperando. Es sábado, son las dos de la tarde, ya no hay cuadernos, ni libretas, ni sumas, ni restas, ni nada. Ahora hay botones, telas e hilos; tal vez tejas, tal vez pinturas, es cualquier sábado. Escuchamos la radio, las baladas, la veo coser, la veo tejer, la veo pintar. Me veo jugando algún videojuego: Mario Bros, Mortal Kombat, Circus. La veo salir a la puerta, han tocado, es una señora, es otra señora, son otros niños, son otras señoras, todos sentados, ya no es mamá, es de nuevo profesora, de tejido, de pintura, de muñecos.
Veo los muñecos regados en la sala, no son nuestros, son un encargo, me veo organizándolos, contándolos, separándolos, cuidándolos, metiéndolos en bolsas. La veo sentarse, la veo cansada, la veo con el café en la mano la veo esperar.
Son las siete de la noche, el timbre suena, llega mi hermana y mi sobrina, luego llega mi otra hermana con su esposo y sus dos hijos. Más tarde llega mi tercera hermana con su esposo. La casa está llena y doña Blanca nuevamente es mamá, no solo de mí, de 3 más; además es abuela y “suegrita”. Hace labores de madre: sonríe, prepara chocolate, mima a sus nietos. En la sala vemos Sábados Felices, comemos, tomamos chocolate, nos reímos, decimos algo, contradecimos, nos reímos. Ahora son las diez, todos se van, la casa está sola, las luces apagadas, las buenas noches.
Ahora es domingo, falta un cuarto para las 7 de la mañana, suenan las campanas – Andrés, alístese que vamos tarde – llegamos a la iglesia, estamos en una banca cerca de la puerta, nos veo rezando, orando y cantando, nos veo comulgando, nos veo echándonos la bendición, nos veo saliendo, nos veo esperando un bus, otro bus, uno diferente del sábado y de la semana. Ahora el viaje es más lejos, la veo callada, me veo mirando por la ventana, la siento a mi lado, le tomo la mano, es mamá otra vez, vamos para donde la abuela. Mi maleta está llena: mis cuadernos, sus cuadernos, el mercado para la abuela.
Nos veo sentados, nos veo almorzando: mi abuela, mi tía, mi primo, otra tía llega con su esposo; me veo jugando y mamá trabaja, la veo escribir, sumar, restar, leer, la escucho trinar, una canción, dos canciones, no la escucho, está en la cocina, habla con la abuela, hacen chocolate, escucho mi nombre, el de mi primo, salimos, vamos a merendar, hay otra tía, hay otro tío. Nos despedimos, salimos, otro bus, el día terminó, volvemos a casa. Nos veo entrar, nos veo sentados, cansados, hablando, nos veo mirando la televisión, nos veo viendo una película, la veo dormir, le digo que se acueste, la veo irse, yo al rato me acuesto. La alarma vuelve a sonar a las cinco de la mañana.
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